Volvemos al trabajo después de un tórrido verano
Se han acabado las vacaciones de verano y entramos en la segunda etapa anual de la actividad económica e industrial. Este fenómeno, extraño en el norte europeo donde la actividad es más constante, afecta a las gentes de los países de la ribera norte del Mediterráneo, que suelen aquejarse del famoso síndrome posvacacional, que afecta a las empresas locales de forma importante.
Diríamos que, cuando la actividad económica de un país se basa en el turismo, todos soñamos con tener un tiempo de vacaciones como los que disfrutan los turistas de Alemania, Suecia o Inglaterra, por citar ejemplos. Pero no es así. Tenemos que trabajar a pleno sol para parecernos a ellos. Seamos realistas, no tenemos sus niveles de industrialización y desarrollo ni de corresponsabilidad social. Hay mucho camino que recorrer.
No es mala cosa eso de trabajar, pero sí lo es confundir las cosas. Debemos trabajar para vivir cómodamente, en vez de vivir para trabajar. Esta afirmación tiene sentido cuando parece que en altas instancias de la Administración están enfocando el segundo concepto como «herramienta de paz social». Nos atreveríamos a decir que ésta es una clave que incide negativamente en el gran problema del paro que lastra nuestra economía.
Pedimos desde aquí una reflexión acerca del modelo de trabajo vinculado a la productividad para que incluya la autorrealización y la felicidad de las personas en su definición. A lo mejor así encontramos una salida a este mal sueño.
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