Metidos de lleno en una gran revolución tecnológica que cambia nuestra concepción del mundo, nos quedamos perplejos con la falta de ética global
Hemos presenciado unos hechos que rompen con todo lo establecido y que nos han hecho enfadar. En los últimos meses, grandes firmas han engañado a clientes y a administraciones llevando la corrupción y la falsedad hasta ensuciar los valores que sustentan sus consolidadas marcas. Sombras en Volkswagen y Toshiba, por citar dos casos notables.
Ambición sin límites, poder a cualquier precio, o golazo por la escuadra de las estructuras a sus dirigentes… En los juzgados se dilucidarán estas menudencias. El daño es difícilmente reparable, porque estas manchas no son de chocolate y hacen falta muchos años de honradez para limpiar una estructura empresarial que ha dejado subir la impureza hasta esos niveles. No exageramos.
Hay quien piensa que con dinero se tapa todo, pero no es así. Los errores se corrigen con la depuración de responsabilidades, mucha reinversión y trabajo bien hecho. Para ello hacen falta invertir en cultura y ética empresarial para que los valores perdidos vuelvan a ser los avales de las marcas.
Lo que ocurre es que vivimos en un mundo global para el que hacen falta leyes globales y unidad a la hora de aplicarlas, creando administraciones con autoridad real y capacidad operativa para hacerlas cumplir. Hoy, parece que sólo algunos países se atreven con sus multinacionales. Europa debe despertar ante estos hechos, porque la cultura de las empresas del viejo continente es también un reflejo de la nuestra.
Este artículo ha sido leído por 5 visitantes únicos