Debemos esforzarnos por hacer un mundo sostenible desde ahora mismo, porque podemos reducir las consecuencias del cambio climático si actuamos ya
Estos días se ha convocado a las grandes potencias en París, para acelerar un cambio hacia la esperanza: la firma de un compromiso efectivo y vinculante por parte de los países más poderosos del mundo y su reacción ante unas inercias insostenibles en relación a gestión y consumo desordenado e irracional de los recursos naturales.
El cambio climático es ya innegable, pero tiene remedio si hay voluntad para cambiar el modelo de desarrollo, basado principalmente en el consumo de combustibles fósiles, para pasar a una generación sostenible de energía. También es posible cambiar las políticas en materia de desarrollo en zonas castigadas por conflictos bélicos e injusticias sociales.
¿Podemos cambiar algo nosotros? Sí, pero hace falta mucho compromiso social para modificar las prioridades políticas, hasta ahora muy relajadas, y dedicada a otros temas. Se trata de crear una presión civilizada sobre los cuadros y estructuras dirigentes de todos los países sobre este tema, para que nadie se duerma en los laureles. Debe quedar claro que nos jugamos el futuro si no encauzamos el presente. El voto, en este sentido, es la clave y es nuestra fuerza.
El enfoque al tema medioambiental que debemos tratar de imponer es principalmente el de la responsabilidad. No podemos dejar a generaciones venideras un mundo incierto, en cuanto al medioambiente y sus recursos, por culpa de nuestra inacción. Debemos corregir desviaciones como el consumo irresponsable, la codicia infinita, la corrupción o la permisividad con los sistemas productivos contaminantes.
Vivimos “de prestado”, por lo que debemos promover la importancia de la responsabilidad medioambiental y usar el voto -voz y fuerza a la vez- para imponerla.
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